Rafael Rosado Puccini
Biólogo Marino, esp., MSc.
Empecemos precisando que actualmente en el país no tenemos opción diferente que la trucha arco iris para adelantar piscicultura en aguas frías. Dejando para siguientes entregas lo referente a aquel conjunto de factores que deben ser tenidos en cuenta para cultivo, una primera decisión de producción básicamente está ligada a la temperatura del agua en el sitio escogido. Y la lógica diría que esa intención inicial se da porque el futuro truchicultor supone que el agua de la que puede disponer en su finca tiene una baja temperatura, lo que en principio es correcto.
¿Ahora bien, en el caso de las truchas, que se puede considerar baja temperatura?
Un poco sobre la especie. Es cierto que durante algunos periodos las truchas pueden tolerar temperaturas incluso superiores a los 20°C, pero se trata de valores que pueden llegar a ser letales si se extienden en el tiempo, lo que se hace particularmente evidente en condiciones de cultivo, es decir, con los peces confinados en unidades de producción y en elevadas cargas. Por tanto, la elección misma del sitio o la decisión del tipo de producción debe, naturalmente, estar fundamentada en que los valores de temperatura se encuentran dentro de aquellos límites que se puedan establecer como seguros.
Y aquí conviene hacer otra precisión. En un sentido estricto, para el cultivo de truchas puede considerarse que existen dos posibilidades de producción, cada una con grados diferentes de especialización técnica, los que, precisamente por eso, tienen su desarrollo ideal también en temperaturas diferentes: el manejo enfocado en la obtención de alevinos es una y la dirigida a la producción de carne la otra.
Así las cosas, si el objetivo de producción está en la semilla, los mejores resultados se tendrán cuando la temperatura del agua se encuentre alrededor de los 10°C, de hecho, en un rango óptimo que se encuentra entre los 7°C y los 12°C; mientras la temperatura más se aleje de este intervalo, en cualquier sentido, se comprometerán los resultados en supervivencia, tanto en la incubación de las ovas como en los primeros estadios de desarrollo.
Por otra parte, cuando el objetivo es producir truchas de consumo, la temperatura que se puede considerar óptima se aproxima a los 15°C; desviarse de este valor tiene su principal efecto en el tiempo de cultivo hasta que, como se anotó, se tengan valores promedio que superen un máximo seguro. Y una aproximación válida para el cultivo es que este valor debe establecerse en los 18°C como límite superior.
¿Es posible adelantar los dos procesos en un mismo sitio? La respuesta parcial, no absoluta, es sí, entendiendo que en términos de eficiencia alguno de los dos se verá favorecido respecto al otro. Expliquemos esto: siempre es posible adelantar el engorde en las aguas con menor temperatura dentro de ese intervalo, lo que, de hecho, realizan muchos productores de carne que prefieren obtener los alevinos en granjas con ese objetivo. Como se dijo, salvo asumir un periodo más extenso de cultivo, no se tiene mayor problema con esa posibilidad; no es una limitante en términos técnicos. Por el contrario, mientras más cerca se esté de los 15°C, y de ahí hacia los máximos de 18°C, la decisión será exclusivamente el engorde. La regla, entonces, se puede concretar en: dentro del rango, las temperaturas inferiores permiten semilla y engorde; en las temperaturas mayores la opción es el engorde y los alevinos destinados a la cría deberán ser adquiridos.
Hasta aquí se ha resumido ese primer acercamiento relacionado con la temperatura, buscando dar una idea de lo que puede ser la vocación de producción para un sitio dado cuando se piensa en truchas. El asunto, no obstante, es más complejo, en cuanto con la temperatura interactúan muchas más variables, tanto de tipo ambiental como relacionadas con el metabolismo propio de los peces, lo que en definitiva tendrá efectos sobre la actividad productiva. Sobre este tema, en siguientes desarrollos, iremos profundizando.